sábado, 24 de julio de 2010

La última retirada del murguero*


El Canario Luna fue al Carnaval uruguayo lo que el Polaco Goyeneche al tango argentino. Su voz aguda con sonido de armónica se convirtió en el sello del murguero oriental. Anoche Washington levantó su copa de vino para el último Brindis con Pierrot. Se fue como se han ido tantos. Tenía 70 años y lo volteó la maldita enfermedad.
Su estampa se volvió canción y ahora lo llora el Carnaval. Se cansó de decir que nunca fue “un profesional”. Cantaba para comer. Las mesas de los boliches fueron sus primeros escenarios. Un pucho y un vaso en la mano sus compañeros inseparables. Fue lustrabotas, vendedor de quiniela en los bares y libre. Bohemio y libre. Era un honor tener al Canario en la murga. Pero podía tornarse un dolor de cabeza. A los 13 años pisó el primer tablado para nunca más bajarse. Lo tuvo Falta y Resto. Jaime Roos lo quiso profesionalizar. No pudo. Era un Canario sin jaula.
No cantó sólo en murgas. También se le animó al tango: “soy murguista, y lo canto a mi estilo”. El candombe tradicional fue parte de su repertorio y tuvo un pasaje glorioso por el grupo Repique con el que visitó varias veces nuestra ciudad. La última fue en el Coliseo Podestá, en 2004, donde éramos un puñado que terminamos bailando arriba del escenario el Canario.
Brindis por Pierrot parece escrita por Jaime para Luna, como La última curda para Goyeneche. Se parecían bastante: el barrio, el boliche, el club, las noches interminables. Sin Canario en Carnaval queda un dejo de amargura que ni la mejor partitura le pudo marcar a su voz. Se llevó, como un capricho burdo, la esperanza escondida en el zurdo. Que el Diablo se apiade de él.


*Escrito el 1º de agosto de 2009, a modo de despedida

martes, 8 de junio de 2010

Verdad

Los polvos malos me han hecho sangrar la nariz

domingo, 24 de enero de 2010

La vida después otra vida

Para Lau, por ella hablo


Vos viniste a confirmarme algo que durante años me dio vueltas por la cabeza: hay vida después de otras vidas. Uno puede morir en vida y volver a nacer. Nadie elige morir en vida así como nadie elige nacer. Es la vida la que nos lleva a morir. Somos nosotros los que decidimos: opción muerte-opción vida.

Esta vez no salimos de las entrañas de una mujer. Salimos de nuestras entrañas: el parto es interno. Y duele. Mucho. Parirse a uno mismo parte los huesos, desgarra los músculos. Revoluciona la mente. Rompe con la historia personal. Vomita al pasado.

Volvemos a ser criaturas. Somos niños que tenemos todo por descubrir. Todo es nuevo, distinto. Los primeros pasos son de dudas, de golpes. Pero se aprende a caminar. Así como se aprende a hablar y a decir palabras difíciles como amor y libertad. Afuera había otro mundo que la vida anterior no nos dejaba abrazar. Y la abrazamos. Fuerte.

¿Y la otra vida? ¿Dónde queda? En un libro viejo de la memoria. En una película que ya vimos. En una historia que escuchamos hasta el cansancio y estamos hartos de que nos la repitan. No vuelvas vieja vida, no tenés cabida en mi vida. Sos puro pensamiento horrible. Te manejás con el pasado. Con los recuerdos malos. Los tiempos más oscuros. Estás muerta. Te moriste con lo que fui y nunca elegí ser.

Ahora elijo yo. Puedo elegir. Y elijo la vida. Esta vida.