jueves, 30 de julio de 2015

Entonces llegó el fin

Ella tocó el timbre y él salió a abrir la puerta con una campera que casi le llegaba a las rodillas. Estaba descalzo. Se abrazaron hasta los huesos. Ella sintió su pija sobre su panza. Le dio un cosquilleo. Intuyó que estaba desnudo. 
Al entrar a la casa él se sacó la campera. Temblaba levemente. Su piel era tan morena como ella la recordaba. Miró su pija y se detuvo unos segundos ahí. Tragó saliva. Podía sentir "su" olor desde esa distancia. 
Ella no lo dudó. Se sacó la campera, el pullover, la remera, se desabrochó el corpiño, se bajó la calza junto con la bombacha, se descalzó y fue a sus brazos. Volvieron a sentir sus cuerpos desnudos, uno sobre el otro. Volvieron a detener el tiempo como hacían antes. Respiraron hondo. Cada roce era como una descarga eléctrica que hervía la sangre. Se sentía un olor que sólo ellos dos conocían. Un olor de ellos y de nadie más.
Se rieron y entonces llegó el fin.

domingo, 30 de marzo de 2014



Under


 
Se corre la tapa de una alcantarilla y se baja una escalera. La gente pasa por al lado, arrastrada por la velocidad de la ciudad, aturdida por el ruido indistinguible de cientos de máquinas, que vivas o muertas… deambulan apuradas. Sólo ven el fin de la cuadra, el semáforo que tarda, el reloj que no para. Corren detrás de los segundos que se esfuman, y se mezclan con el humo y la bruma que despega del asfalto. Las imágenes repetitivas de la urbe agobiada, los lugares comunes de cientos que no descansan…
Y mientras… mientras caminan sobre la ciudad que se duplica hacia abajo.
Ahí las avenidas son mudas, las paredes te aturden, la humedad te ataca y es la adrenalina la que te defiende.
Al salir, con barro en todo el cuerpo y la respiración agitada, alguien escuchó el ruido y fantaseó con un mundo subterráneo, 30 metros debajo de sus pies.
Le dijeron que estaba loco, y se fue a dormir.
Esa noche soñó con las catacumbas.
Lo despertó el silencio.
Y por fin, una vez, había descansado.

 Onírico










Te soñé.
Desnuda
Te desnudé.
Soñando. 
Sudando.
Te desdudé.
Soñando 
y...
desnudando
te...

miércoles, 13 de julio de 2011

Malas palabras




¡Que malas son las palabras!
¿Pensaste alguna vez en el quilombo en el que nos puede meter una palabra? Con una palabra te puedo hacer reir hasta las lágrimas y con otra palabra te puedo hacer llorar y que me odies.
Incluso con la misma palabra.
Son tremendas las palabras.
Tienen vida propia.
Son de todos y no son de nadie.
Se las lleva el viento pero en algún lado siempre caen para volver a irse.
Los que amamos las palabras siempre andamos buscando "la palabra justa", sin darnos cuenta que no existe.
Hace días que ando buscando palabras para decirte cosas que me gustaría que sepas, pero no las encuentro.
Por eso hoy me las agarré con ellas.
¡Qué malas son las palabras!

jueves, 14 de abril de 2011

Te vi


Te vi en la parada ansiosa de un bondi que nunca pasó

Te vi en la sonrisa de una nena con una chupaleta colorinche

Te vi en una hoja que caía y la volaban los vientos

Te vi en el reflejo de la luna sobre un charquito solitario

Te vi en la brasa encendida de un porro placero

Te vi correr por el parque persiguiendo a tus dudas

Te vi en un grafiti de letras azules sobre una pared blanca

Te vi jugando a la mancha con tus amigas de la infancia

Te vi salir del cine llorando por el final infeliz

Te vi en los Inventarios de don Mario

Te vi pasar la botella después de un trago profundo

Te vi y no podía creer que te veía

Te vi tantas veces y vos nunca me viste

sábado, 24 de julio de 2010

La última retirada del murguero*


El Canario Luna fue al Carnaval uruguayo lo que el Polaco Goyeneche al tango argentino. Su voz aguda con sonido de armónica se convirtió en el sello del murguero oriental. Anoche Washington levantó su copa de vino para el último Brindis con Pierrot. Se fue como se han ido tantos. Tenía 70 años y lo volteó la maldita enfermedad.
Su estampa se volvió canción y ahora lo llora el Carnaval. Se cansó de decir que nunca fue “un profesional”. Cantaba para comer. Las mesas de los boliches fueron sus primeros escenarios. Un pucho y un vaso en la mano sus compañeros inseparables. Fue lustrabotas, vendedor de quiniela en los bares y libre. Bohemio y libre. Era un honor tener al Canario en la murga. Pero podía tornarse un dolor de cabeza. A los 13 años pisó el primer tablado para nunca más bajarse. Lo tuvo Falta y Resto. Jaime Roos lo quiso profesionalizar. No pudo. Era un Canario sin jaula.
No cantó sólo en murgas. También se le animó al tango: “soy murguista, y lo canto a mi estilo”. El candombe tradicional fue parte de su repertorio y tuvo un pasaje glorioso por el grupo Repique con el que visitó varias veces nuestra ciudad. La última fue en el Coliseo Podestá, en 2004, donde éramos un puñado que terminamos bailando arriba del escenario el Canario.
Brindis por Pierrot parece escrita por Jaime para Luna, como La última curda para Goyeneche. Se parecían bastante: el barrio, el boliche, el club, las noches interminables. Sin Canario en Carnaval queda un dejo de amargura que ni la mejor partitura le pudo marcar a su voz. Se llevó, como un capricho burdo, la esperanza escondida en el zurdo. Que el Diablo se apiade de él.


*Escrito el 1º de agosto de 2009, a modo de despedida

martes, 8 de junio de 2010

Verdad

Los polvos malos me han hecho sangrar la nariz